domingo, 21 de diciembre de 2014

Indecisión.


Estoy en un punto de mi vida complicado. No sé lo que quiero hacer con mi futuro.

Desde pequeña he querido estudiar psicología pero, con el paso de los años y tras experiencias con psicólogos, me he chocado con la triste realidad; psicología no es como yo esperaba.

Quiero decir, me sigue apasionando la idea de estudiar el cerebro, de saber cómo funciona la mente y todo eso, el problema está en ejercer la profesión.

No pretendo generalizar, probablemente existan psicólogos maravillosos que ayudan muchísimo a las personas con problemas, pero no ha sido mi caso. He recibido terapia con tres psicólogos distintos, por distintos problemas, y lamentablemente debo decir que no me sirvieron para nada. No me hizo sentirme mejor el hecho de contar mis problemas, no me sirvieron la mayoría de los consejos, no aprendí nada más que darme cuenta de que no podría trabajar en algo así.

Y duele, sí, demasiado, porque de repente me he quedado sin la única motivación que me hacía esforzarme al máximo en los estudios. Ahora no tengo ni idea de qué voy a hacer, aunque siempre he tenido claro que me gustaría alguna carrera relacionada con ciencias de la salud. Y ahí mi segundo dilema.

Me ha despertado el interés por la medicina.

He leído muchos blogs de estudiantes y me ilusiona eso de estudiar a fondo el cuerpo humano y poder salvar vidas, pero le veo demasiados impedimentos.

Uno es no poder ser capaz. Sé que si me lo propongo quizás pueda conseguirlo, pero me echa mucho para atrás. También esta el hecho de que la carrera dura seis años más la especialización de dos a cuatro años y el temido MIR. Otro problema es mi miedo a la sangre, aunque eso sí que me veo capaz de superarlo, las cirugías y los cadáveres me dan demasiado mal rollo.

No quiero agobiarme, todavía tengo tiempo. Espero que escoja lo que escoja sea feliz. Esa es mi mayor meta.